Puro cuento- Walter Seminario

Puro cuento- Walter Seminario

No era como decían
•William Montoya Montoya (foto -de tiempos actuales) me hizo llegar su gratísimo saludo de cumpleaños esta noche. Sentí un inmenso gusto leerlo. Trajo a mi memoria dorados tramos de mi vida, que brillan en mi memoria. Tecleó el saludo desde Lima en su teléfono celular. Willy, como siempre lo llamé, es oriundo de Caravelí, departamento de Arequipa. Trabajamos en La Prensa. Siempre fue un tipo callado, pero muy curioso. Muy observador. Tenía una sentencia, que pese a no haberla inventado la hizo muy suya: “Puro cuento”.
La empleaba cada vez que descubría que algo no era lo extraordinario que decían que era.
No es un tipo alto. Tiene (bueno, tenía en esos inolvidables tiempos en que hicimos periodismo) cabello castaño claro. De igual color eran sus abundantes bigotes.
Hoy veo su foto y veo que el dorado de su pelaje se ha convertido en blanco: la legía del tiempo.
Era reportero policial.
Nuestro jefe de informaciones en el día era Oscar Díaz Bravo, abogado de profesión y ancashino de nacimiento y fama de aventajado: miembro viril enorme.
Según los rumores, le decían “Patuto” en honor a su fama de poseer un pene de dimensiones sobrenaturales.
La secretaría de Pedro Beltrán Espantoso, el dueño del diario, lo llamaba “Patuto”, y sonreía.
Oscar Díaz Bravo, con esa fama como aureola, caminaba erguido. Entraba en la sala de redacción del diario en las mañanas sacando pecho, mirando altivo. Era de baja estatura, pero para hacer rima con tal fama se estiraba. Siempre vestía con traje completo: saco y pantalones del mismo color y la corbata larga terminaba a la altura de sus genitales. Usaba corbatas anchas, con un terminal que por esa época se le denominaba “lengua de vaca”. Tenía pelo negro ondulado y se peinaba con raya. Sus bigotes eran también negros y desordenados, parecía que los recortaba con tijeras.
Recuerdo sus bigotes porque la noche en que él fue elegido presidente de la Federación de Periodistas del Perú y yo fui electo en el mismo evento de urnas secretario general del Centro Federado de Periodistas de Lima, me dijo al oído: “Se impusieron los bigotes”. Yo usaba bigotes. Su derrotado contenedor, Justo Chávez -quien dos años después sería elegido para ese cargo institucional- no usa bigotes. Mi contenedor de entones, Manuel Tarazona Espinoza, tampoco.
Solíamos salir en las noches Oscar Díaz Bravo y algunos reporteros a tomar tragos en los bares cercanos a La Prensa: el Hueco En la Pared, El Pez de Oro (los que más recuerdo).
Una madrugada caminábamos en la calle Puno, en el centro de la Lima histórica, a dos cuadras de La Prensa. Habíamos estado en El Pez de Oro, pero al llegar la hora de cierre nos pidieron salir. La madrugada era opaca, gris y húmeda porque era invierno y las madrugadas de invierno en Lima son opacas, grises y húmedas. Debido a que la cerveza es diurética, Oscar Díaz Bravo fue doblegado por las ganas de orinar.
Aprovechando la discreción y ausencia de gente a esa hora, enfiló hacia una pared y comenzó a orinar contra la pared.
Willy Montoya, con pasos discretos, impulsado por el bicho de la curiosidad, se acercó a él, sin que Oscar Díaz Bravo lo advirtiera, se agachó a su lado sin decir nada, miró bien, en silencio, lo que Oscar Díaz Bravo sostenía en su mano, observó bien, hizo sus cálculos y comenzó a gritar: “¡Puro cuento! ¡Puro cuento!”
Oscar Díaz Bravo entró la mañana siguiente en la sala de redacción mirando el piso.