La guerra del clases José Juan Pacheco Ramos

La guerra del clases José Juan Pacheco Ramos

LA GUERRA DE CLASES
José Juan Pacheco Ramos

A pesar de todos los discursos
que pretenden confundirnos
hablando del “pueblo”, la
“gente”, los “peruanos”, la
“población, los “habitantes”,
como si todos juntos
tuviésemos las mismas
condiciones de vida y las
mismas oportunidades en la
vida, para todos está claro que
hay dos sectores muy bien
definidos en el país y el mundo:
el de los explotadores y el de
los explotados, el de los que
están arriba y el de los que
están abajo. A la permanente
pugna entre los dos sectores de
la sociedad, los explotadores
por explotarnos más y los
explotados por defendernos,
Marx y Engels la llamaron
“lucha de clases».
Elementos clave de la lucha de
clases son las clases sociales
con sus intereses antagónicos
siempre en pugna ya sea a
nivel económico (huelgas,
boicots y negociaciones
sindicales para mejorar salarios
y condiciones laborales),
político (movimientos y
partidos políticos que buscan
tomar el poder para cambiar
las leyes y políticas) o
ideológico (enfrentamiento por
la hegemonía cultural y la
concienciación de clase, donde
se disputa la visión del mundo
y las ideas predominantes en la
sociedad).
En resumen, la lucha de clases
es el conflicto continuo y
dinámico entre diferentes
clases sociales con intereses
económicos y sociales
opuestos, y es una herramienta
analítica central en la teoría
marxista para entender la
historia y la dinámica de las
sociedades capitalistas.
Pero es necesario aclarar
conceptos porque, a fuerza de
repetirlos, se desgastan y ya no
significan lo que deberían
significar. Algo que le ha
ocurrido a la palabra “luchar”
que, a fuerza de repetirla, ha
perdido mucho de su
significado original.
Marx y Engels eran alemanes y
escribieron sus obras en
alemán, utilizando siempre el
concepto de Klassenkampf
(“lucha de clases”). Una
consulta en el diccionario
Duden, que es la obra de
referencia para la lengua
alemana , nos indica que la
palabra alemana Kampf
proviene del latín campus
(“campo”) y tiene en su
acepción actual 4 significados:
1. größere militärische
Auseinandersetzung feindlicher
Truppen: “gran conflicto militar
entre tropas enemigas”.
2. handgreiflich, auch mit
Waffen geführte, heftige
Auseinandersetzung zwischen
zwei oder mehreren
[persönlichen] Gegnern,
Gegnerinnen: “confrontación
física y violenta, incluso con
armas, entre dos o más
oponentes (personales)”
heftig ausgetragene
Kontroverse zwischen Gegnern
hinsichtlich ihrer Auffassungen,
Interessen, Ziele: “acalorada
controversia entre oponentes
sobre sus puntos de vista,
intereses y objetivos”.
sportlicher Wettkampf:
“competición deportiva”.
3. fortgesetzte angestrengte
Bemühung zur Erreichung oder
Verhinderung von etwas:
“esfuerzo continuo para lograr
o prevenir algo”.
4. innerer Zwiespalt, inneres
Ringen um etwas: conflicto
interno, lucha interna por algo.
Las acepciones que nos
interesan son las dos primeras,
la de “gran conflicto militar
entre tropas enemigas” que
corresponde a lo que
entendemos por una batalla
convencional entre dos
ejércitos enemigos y también
nos interesa la primera opción
de la segunda “’confrontación
física y violenta, incluso con
armas, entre dos o más
oponentes (personales)’” y que
nos recuerdan que Kampf
significa lucha, pero también
guerra, acepción mucho más
cercana a lo que realmente
sucede entre las clases sociales.
Estas acciones se dan en el
hecho social llamado guerra
que ha evolucionado
significativamente a lo largo de
la historia, adaptándose a
cambios tecnológicos, sociales
Internacional
(*) Doctor en Filología y Filosofía y
Máster en Lenguas y Literaturas
Modernas por la Universidad de las
Islas Baleares, Maestría de Historia por
la Universidad de París; ha publicado
«L’État et la guerre chez les Inkas»
(París, 2014), «Jirones de Cultura»
(Lima, 2014) y «Madame Bovary y La
Traviata: dos mujeres transgresoras»
(Riga, 2019).
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y políticos. En la antigüedad, las
guerras se libraban con luchas
cuerpo a cuerpo, con armas
como mazas, macanas, hondas,
flechas, espadas, lanzas, con
animales como elefantes,
camellos y llamas, y se
centraban en conquistas
territoriales y disputas de
poder entre imperios y reinos.
En la Edad Media europea, la
caballería y los castillos se
convirtieron en elementos
cruciales, y las Cruzadas
representaron conflictos
religiosos importantes. La
invención de la pólvora en el
siglo XIV revolucionó la guerra,
permitiendo el uso de armas de
fuego y cañones, cambiando las
tácticas y las estructuras
defensivas al enfrentamiento a
distancia.
La Revolución Industrial del
siglo XIX introdujo los
ferrocarriles para movilizar
tropas y la telegrafía, que
mejoró la comunicación. Las
Guerras Mundiales del siglo XX
marcaron un punto de inflexión
con la introducción de armas
químicas, tanques, aviones y,
finalmente, armas nucleares,
que redefinieron la estrategia y
el impacto de los conflictos.
Si bien estos conflictos
inicialmente eran soportados
por países, es decir Estados con
ejércitos regulares reconocidos
por la comunidad
internacional, como en las
Guerras Mundiales o la Guerra
de Corea, el hecho de que las
fuerzas victoriosas modificaran
cada vez las fronteras
nacionales -véase el Perú y
Bolivia después de la Guerra
del Pacífico- y, como las
numerosas modificaciones del
mapa europeo en el siglo XX
demuestra, hicieron que
paulatinamente cobrara
importancia el factor nacional,
es decir que naciones unidas
por una identidad nacional,
étnica, cultural o religiosa
común se hallaran inmersas en
guerras indeseadas y que
correspondían más bien a
intereses de los Estados
postcoloniales. Un buen
ejemplo son los soldados
árabes y africanos luchando en
las filas de los ejércitos alemán
y francés durante la segunda
guerra mundial y que luego
iniciaron sus guerras de
independencia. En resumen, la
guerra de países se da entre
Estados reconocidos
internacionalmente con
gobiernos establecidos,
mientras que la guerra de
naciones involucra a grupos
que luchan por la
autodeterminación,
reconocimiento o
independencia, y pueden no
tener un estado reconocido.
Ahora bien, en estos casos
siempre se trató de
contendientes conscientes de
la guerra en la que
participaban; pero algunos
participantes de la guerra más
antigua y cruenta, los
miembros de las clases
trabajadoras clases, ignoran
que están en plena
confrontación de fuerzas, en
plena guerra de clases y que la
clase dominante hace lo
posible para someterlos y que,
para ello, utilizan los cinco
poderes fácticos de que
disponen: el poder económico,
el poder político, el poder
religioso, el poder mediático y,
en última instancia, el poder
militar, no dudando en asesinar
y masacrar a quienes se
atrevan a protestar. Las clases
dominadas están atrapadas en
categorías mentales como
patria, país, raza, religión, etc.,
sin ver que la injusticia y
explotación que padecen
proviene de la estructura
económica capitalista que nos
asfixia y que las clases
dominantes con sus ejércitos,
parlamentos corruptos y
periodistas prostituidos son sus
enemigos principales. Un buen
ejemplo de esto han sido las
“celebraciones” por el 28 de
julio, un aniversario más de la
gran farsa patriotera de
nuestra “independencia”.
En su magistral obra de
estrategia militar El arte de la
guerra , escrita hace unos 2500
Internacional
Mujer indígena en manifestación en la que se pide la dimisión de la
presidenta, Dina Boluarte. 23 de enero de 2023. © ERNESTO
BENAVIDES/AFP via Getty Images
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yuyay
Año 2. Nº 8
años, sostenía el filósofo chino
Sun Tzu que la guerra tenía dos
principios fundamentales:
• Todo el arte de la guerra se
basa en el engaño.
• El supremo arte de la guerra
es vencer al enemigo sin
luchar.
Desde los años 80, inicio del
malhadado fujimorismo, los
poderes fácticos del Perú
aplican con eficacia estos
principios a las grandes
mayorías nacionales,
desarrollando un engaño
masivo en el plano ideológico a
través de una sistemática
política de desinformación a
través de los medios de
comunicación y de la
eliminación de contenidos de
calidad en el sistema escolar.
En esta guerra las armas
principales son los medios de
comunicación, porque más
daño hace un canal de TV que
un fusil.
También aplican el segundo
principio de Sun Tzu, pero
cuando la movilización social y
la protesta popular toman las
calles y caminos, no dudan en
ejercer la fuerza bruta y
asesinan impunemente a
nuestros hermanos, siguiendo
la premisa de otro estratega
militar, el general prusiano Carl
von Clausewitz, quien en su
clásica obra Vom Kriege (De la
guerra ), escribió que “La
guerra no es más que la
continuación de la política del
Estado por otros medios”.
Es por ello necesario que
nuestras clases trabajadoras
tomen conciencia de su
situación social y dejen de
escuchar los cantos de sirena
propalados por radio y
televisión, se alejen del
embrutecimiento masivo a
través de los celulares y
retomen la lectura y la
formación. Así verán con total
claridad las desvergonzadas
declaraciones del clan Fujimori,
las absurdas mentiras de Dina
Boluarte, las secreciones
verbales de los congresistas y
demás politiqueros –muchos
de ellos oportunistas que se
dicen de izquierda- que no
quieren que la situación
política y económica cambie,
porque ellos sí viven a cuerpo
de rey.
Es hora de comenzar a mirar
las cosas tal como son, para
actuar en consecuencia y no
seguir siendo víctimas, sino
vencedores de esta guerra de
clases. Felizmente, las grandes
mayorías nacionales, en
especial nuestros hermanos del
sur andino y de los conos de
Lima ya han abierto los ojos y
han encabezado la lucha contra
la casta corrupta que aún
gobierna, pero que pronto
perderá esta guerra de clases.